lunes, 31 de octubre de 2022

Sentimiento Base

 ¿Bajas a cenar?

Hay una imagen en mi mente que en ocasiones merodea incesantemente en los momentos previos de irme a acostar, es tan palpable que se confunde con la realidad, y tan específica que me hace pensar que quizá en algún momento ya he visitado ése lugar, pudiera ser un sueño recurrente o el prólogo de un cuento aún sin contar.

Frente a mis ojos, una casa como las de antes, esas de portón grande y piso de cantera, con árboles tan altos y frondosos que apenas dejan espacio suficiente para que se cuele el sol, con jardines amplios rodeados por flores que impregnan el ambiente con su olor.

Pudiera estar alguien en casa, en la cochera se encuentran aparcados una motocicleta color negra de nariz larga, diseñada para un tripulante pero modificada intencionalmente para incluir a alguien más, con acabados cromados y un escape que al ponerla en marcha hace temblar el lugar, a su lado, un mustang 69 del mismo color, con interiores en piel y un motor que al encenderse es capaz de reventar los cristales a su alrededor, aunque me intriga el detalle de un garfield colgado en el espejo retrovisor y los juguetes distribuidos al azar en el asiento posterior.

Un lobo siberiano de nombre Sabbath se encarga de custodiar el lugar, convive a su vez con Moka, una coqueta y desvergonzada gata siamés de patas cafés y orejas que hacen juego con el color de su cola, paso frente a ellos sin ninguna reacción en absoluto de su parte, no soy un intruso o una amenaza, inspecciono el lugar con detenimiento, mientras de la parte trasera del jardín se escuchan aproximarse presurosos unos pasos pequeños, se acerca a mi una nena de corta edad y que apenas si alcanza mi cintura, ella no se dirige a mi por mi nombre de pila, ella me llama de una manera distinta que los demás; su mirada heredó ése fuego en los ojos, ése rasgo característico de un alma valerosa con instinto animal, pero con la dulzura exacta para poner mis piernas a temblar, un sentimiento me invade al verla, por ella haría lo que fuera, sin titubear.

Confundido y abrumado por lo que mi mente me va relatando continuo el recorrido, me dirijo a la entrada principal, una pesada puerta de roble con herrajes patinados me impide continuar, busco en mi bolsillo algún objeto con el que pueda anunciar mi llegada y descubro intrigado que entre mis pertenencias llevo conmigo la llave que me permite entrar, por alguna razón conozco hasta el truco que tiene la chapa para poder hacerla girar, -vuelta completa a la derecha y girar solo un poco a la izquierda antes de jalar para abrir-, al primer intento lo logro, como si lo hubiera hecho durante toda una vida.

Ya adentro se respira un aroma a madera y manzanas, indago con cautela para no llamar la atención, los muebles se encuentran justamente donde los hubiera puesto yo, del color exacto en el que hubieran sido elegidos después de una entretenida discusión, algunos cuadros decoran la estancia, en algún lugar he visto la firma del artista, no puedo recordar con exactitud, conozco dónde estoy por alguna extraña razón; por fin!!, retratos acomodados en la mesa junto al sillón, me acerco y tomo uno para verlo de cerca, a primera vista ubico la mirada de la nena, hay dos personas mas en la imagen, pero un error de enfoque distorsionan los rostros y me dejan con más dudas que respuestas.

Continúo mi expedición, mis pasos me llevan a una habitación muy peculiar, ahí se refugia una dama muy especial, hay libros acomodados cuidadosamente por autor y por tema, un diván acolchado acomodado junto al ventanal para alguna sesión de relajante lectura, una cámara sobre el escritorio rodeada por varios rollos sin usar y negativos revelados de alguna sesión inesperada, de esas que suceden cuando las imágenes desean ser capturadas sin ninguna razón aparente, hay una nota escrita de puño y letra, la curiosidad es más grande que el deseo de no leerla, -“Regreso en un par de horas, te encargo a la nena, Sabbath la está cuidando en el jardín, regreso para cenar, le das de comer a Moka no se te vaya a olvidar”- se lee en la hoja, la dejo en su lugar, aún me faltan lugares por explorar y por lo que veo el tiempo no es algo que pueda darme el lujo de desperdiciar.

Recorro las instalaciones como si yo mismo hubiera construido el lugar, conozco los pasos precisos que se ocupan para recorrer cada pasillo y sé cuantos escalones conforman la escalera y hasta el material que se ocupó para tapar las goteras que aparecieron en el último cambio de estación, sigo caminando mientras mi mente recuerda poco a poco el por qué es que sé perfecto en dónde estoy; en la parte de arriba me encuentro con su habitación, la de ellos, una cama de proporciones épicas con sábanas de seda me indican que para ellos no hay límite de espacio ni tiempo al momento de amarse, de soñar, de escucharse mutuamente respirar.

A pocos pasos de ahí descansa la nena, en su reino privado con su techo de estrellas pintadas a mano aquella tarde de domingo, cuando decidió que quería acortar la distancia entre ella y saturno sin tener que pasar frío por dormir en el exterior, y así fue, una a una, con todo y destellos se hizo de su constelación particular, no fue por capricho, simplemente la creatividad e imaginación que los genes le van concediendo poco a poco conforme gana edad.

De repente, un aroma va recorriendo cada una de las habitaciones, alguien se encuentra en la cocina, el sonido de las cacerolas en la hornilla delata su presencia, entro en pánico por el temor a ser descubierto, busco la manera de escapar sin ser detectado, o en su defecto una manera rápida de despertar, se escuchan risas y murmullos a lo lejos, de repente una voz familiar me grita desde el descanso…

-“Estamos sentados en la mesa, te estamos esperando….¿Bajas a cenar?...”


Marzo 21 / 2010

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