miércoles, 20 de noviembre de 2013

Once

Aquí estamos ambos nuevamente, yo un año más viejo y tú otro más ausente, Once y contando, me sigo preguntando cuándo será que te animes a venir un rato, qué dices, yo pongo los tequilas y tu terminas de enseñarme a jugar baraja?. Te platico café y cigarro a la mano, cuatro y tantas de la madrugada para no perdernos la costumbre; Sabes, cada vez me cuesta un poco más desenvolver uno por uno todos los detalles, te recuerdo un poco menos, y no sé si es que sea porque en estos años me he llenado la memoria de tantas nuevas cosas que va quedando un poco menos de espacio dentro, no te olvido, eso es imposible, sería pues como olvidarme de mí mismo en todo caso, pero es curioso cómo de repente no encuentro el tono exacto de tu voz, o no distingo las luces y sombras de tu rostro en movimiento, te has venido convirtiendo poco a poco en una imagen fija, una fotografía en tonos pasteles con tu ceño serio pero con esa leve sonrisa tan tuya. Sin embargo estás conmigo siempre, contigo cuento del uno al diez, de atrás hacia adelante, del final hasta el principio

Añoro tu cocina cuando se me junta el “quehacer” en la azotea, ese terreno neutral donde ningún problema era ni tan grande ni tan pequeño, tiene un par de años que no entro a tu casa, me da nostalgia, mucha, más de la que acostumbro llevar conmigo a cuestas. Sigo poniendo en práctica todas tus enseñanzas y la mayoría de tus consejos, quisiera decir que todos ellos, pero vamos, la vida también requiere romper algunas reglas de vez en cuando. Sí, ya sé que me dirás que soy un despistado y un atarantado, y es que en lo que va de éste año me has salvado de varias por no tener cuidado, qué te puedo decir que tu no sepas, sabes bien que tenías que hablarme más de una vez incluso estando cerca, a mi mente le da algunas veces por irse de viaje a gastarse las suelas. Sé también que te esfuerzas todavía por encontrarme un par que no esté tan disparejo, agradezco que me acerques gente de cuando en cuando, sin embargo eso es algo de lo que ambos dos hemos platicado tanto en tantas noches. Sí, qué le puedo hacer, a pesar de todo aún espero que se anime a darme un sí con todas sus letras

Te extrañé en la aventura culinaria momentánea de hace algunos meses, estoy seguro que me habrías dicho…”Le falta sal”, “No pica”, “La cebolla finita finita carlitos”, “¿Y las tortillas?”. Aún así te habría dicho que sí a todo con una enorme sonrisa de oreja a oreja sin reprocharte nada, y es que sabes bien que a la par de Gabriela, eres ese algo de éste tanto en mí que me da forma. Has estado, te sentí en los días más pesados y en aquellos de rutina, te sentí frente a toda esa gente hace un mes mientras intentaba no tropezarme con mis propias palabras al exponerles por qué es que decidí vivir mi vida a base de vectores y pantones, te sentí en el cumpleaños de Gabriela hace pocos días, con los más de veinte estridentes Zaragozas del Centro apretujados como siempre en la cocina de su casa, porque no sabemos estarnos quietos y acomodarnos, porque es ahí donde todos nos sentimos pertenecer y te recordamos. Te sentí entre las pláticas de tus hijos y tus nietos, enterándome de detalles de cómo es que domaste al bragado Don José en tan poco tiempo, y cómo no iba a ceder si su debilidad era el café, así tan oscuro como el de tus ojos

Sabes, volviendo al tema de un principio, ahora que releo lo que escribo te recuerdo todo, tu humor tan cáustico, tu mirada dominante, tu voz de mando, tus amistades de una vida, tus chales de colores, tus pies fríos, todos tus lunares, tu insomnio como el mío, el pan dulce en las mañanas, tu comida, tus cariños, todos tus días y tus noches, tus palabras, tus ronquidos, tus chingados y carajos, tu cargamento clandestino de gomitas en forma de frutas escondidas en tu closet, tu infinito conocimiento hacia cualquier tema que se abordara en la sobremesa. Y es que en verdad nunca he olvidado nada, ni un poco, solo me hacía falta una noche como estas, un café, un cigarro y platicar contigo.


Te extraño.

lunes, 18 de noviembre de 2013

Te propongo

Te propongo un café a cualquier hora del día, tomar té caliente en el sillón de la sala y al pie de la escalera, muchas pláticas largas y breves letras cursivas en el espejo del baño

Te propongo las mañanas siguientes con todo y las prisas por los “cinco minutitos” más de sueño

Te propongo desatender el calendario, hacernos de un acuario, no llevar la cuenta de los días

Te propongo hacerte el amor sin límite de tiempo, fecha definida ni lugar determinado, un lunes, un martes y hasta en fiestas de guardar

Te propongo dejarte golosinas en la almohada y olvidarme de cargar con los cigarros

Te propongo leerte la piel en braile, bailes sin orquesta y fiesta en la cocina

Te propongo locuras por cientos, de cena los besos, decenas de versos, una veintena de canas y otras cuantas tantas más de arrugas compartidas

Lo que aquí propongo no es de un rato, es el trato de una vida

De aceptar, favor de avisar para ir firmar con los dientes donde más te plazca.

domingo, 3 de noviembre de 2013

Dicen los que saben...




[…] le conocía muy bien esa manera tan peculiar que tenía al escribir, porque comenzaba a gotearle el alma hasta por los dedos. Una vez que iniciaba era imposible detenerle la hemorragia, solía vaciarse por completo una y otra vez en las mismas hojas, en las mismas letras, se le leía plena, rebosante, hablaba en futuro y obviaba el pasado, cualquiera que éste fuera. Parecía no agotarse nunca. Él, por su parte, tenía por entendido que si bien uno puede sentir morirse de amor algunas veces, solo una podía hacerlo de a de veras”.

“Extravíos” (Cap. 11)

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Quererle ha sido de esas cosas que uno hace siempre consciente de que no habrá regreso, que mientras dure el viaje solo queda dejarse llevar por la inercia del impulso inicial que termina casi siempre por levantar los pies del suelo, para luego, casi de manera inmediata, implementar el protocolo de evacuación, que consiste entre otras cosas, en entrecerrar los ojos y esperar el golpe que en algún punto del trayecto habrá de detener en seco al corazón

A veces la realidad defrauda de tal manera, que uno tiene que inventarse historias de encuentros y desencuentros que al menos lleven a alguna parte. Así pues, se terminan consumiendo las madrugadas ideando elaboradas teorías de cómo y por qué es que pasar del punto A al B acaba costándole la vida a tantas otras vocales en el intento. Entender el miedo al abandono implica que en algún momento será uno el que acabe abandonado, por si acaso

Hace apenas una luna platicando con Marín, me confesaba de forma apasionada y completamente convencida, que creía fielmente en que cada uno de nosotros estamos destinado en la historia de la vida de alguien más, para estar y pertenecer, para construir y darle sentido a los ideales que cada uno defiende a capa y espada. Que su padre por ejemplo, después de un cuarto de siglo y de probar hasta la última gota de las mieles que destila la poligamia, había coincidido de nueva cuenta con aquella mujer a la que él decía le pertenecía su parte más sana que le quedaba de corazón. Que era enternecedor verlos caminando por la plaza como dos adolescente, comiéndose las almas con los ojos como si esa fuera la última oportunidad en la vida que tuvieran para hacerlo

Y es que, realmente ¿cuántas oportunidades nos puede dar la vida para coincidir de frente y casi día a día con quien uno sabe que pudiera dar la parte más sana que tenga de corazón?. Le respondí diciéndole que me era imposible a estas alturas el creer más en todo ello, en la teoría de pertenecer y pretender saber que uno tiene cierto espacio entre los días de alguna persona, que si realmente era el caso, por qué es que era necesario tener que lidiar con apariciones y desapariciones a placer o cuando lo marcara la ocasión, el mes o alguna estación del año. Por qué no existía esa consistencia y esa constancia entre lo que sale de los labios y lo que terminan haciendo las plantas de los pies. Jodorowsky ha dicho tanto, de entre todo algo que me encanta y a la vez me parte en dos, en tres o cantidades indefinidas…“A donde el corazón se inclina, el pie camina”. Así pues, éste de tanto que se inclina, se encuentra a media sílaba de caer

Y es que también, la dignidad le pide cuentas a uno mismo, se pregunta cuándo carajos es que habrá de dejar de intentar echar raíces sobre el concreto, o de plantar jardines en las rocas. Por más que quisiera refutar sus argumentos, uno sabe, sin lugar a dudas, hasta qué punto debe dejar de empaparse el alma y empezar a tenderla al sol a que tome color y el calor que le hace falta.