jueves, 30 de enero de 2014

Tierra Caliente

A un año después de mi última visita a Mercy Town vuelvo al mismo punto, la misma vieja central de autobuses con el mismo motivo bajo el brazo, tratar de terminar el trabajo sin contratiempos y pasar desapercibido lo más posible en una de las ciudades de un estado que no deja de aparecer en las primeras planas de los diarios y en los horarios estelares de los noticieros; Esta ocasión Don Abel me recoge personalmente acompañado de “R” su chofer que funge a la vez como escolta, decisión que tomó meses después de haberlo visitado el año anterior cuando vivió de propia mano lo que es el ser extorsionado a punta de pistola en su propio negocio, la historia la platica así, sin temblor en su voz pero sí con bastante coraje en ella

A diferencia de meses anteriores, la ciudad y sus alrededores se han vuelto territorio ocupado por toda clase de efectivos con y sin placa pero todos ellos fuertemente armados sin excepción; Las historias ya no solo se escuchan entre rumores de mesa en mesa a la hora del almuerzo, ahora se viven a quemarropa diariamente en cualquier punto de la ciudad, en palabras de Don Abel quedan muy pocas personas que no se hayan visto atravesadas en medio de la refriega entre cualquiera de los bandos, buenos contra malos o viceversa, la gente aquí ya no distingue mucho la diferencia entre ambos

Durante el camino de la central a su fábrica entre pláticas varias para distraernos del tedioso trayecto intenta disculparse en nombre de sus coterráneos por todo lo que sucede en su estado, le da mucha tristeza y se le nota en los ojos cuando lo dice, casi 60 años viviendo en estos rumbos y aún no entiendo cómo permitimos que las cosas se salieran tanto de control, me dice mientras prende otro cigarro y le dice al chofer que encienda el aire para disipar el humo, el hecho de que no baje la ventana me hace suponer que la camioneta está diseñada para que nada que venga de afuera la atraviese

No puedo negar mi nerviosismo, son de esas situaciones bizarras que vienen de la mano con el trabajo, algunas veces me tocan lugares paradisiacos y otras como esta, ciudades casi fantasmas donde los ojos de la gente lo dice todo sin cruzar palabra; A Don Abel le tengo ley como dicen en el D.F., es de esos señores que cabronéan a diestra y siniestra con tal humor que lo único que queda es sonreír por la manera en que lo hace, eso sí, nunca en frente de una dama, es de los que se quita el sombrero o la gorra al saludar y se le notan esos modales de antaño, de esos que ya no abundan tanto

Llegando a su fábrica me dirige emocionado a mostrarme sus nuevos “trastes” como él les llama a las bordadoras que tenían poco de haberle llegado mientras me explica el proceso y me dice orgulloso que el hilo que usan las nuevas máquinas es nacional “nada de baratijas chinas”. A pesar del ambiente que lo rodea, no deja de ser un señor que intenta seguirle dando continuidad a un negocio que ha estado en su familia desde hace ya un par de generaciones; Contrariamente a su edad es lo que llamamos en el negocio “un buen cliente”, siempre abierto a las ideas y dispuesto a opinar y preguntar acerca de cualquier duda que tenga, generalmente con él bastan no más de dos propuestas para que se le dé luz verde a lo que se esbozó momentos antes en papel

Así pues nos alcanzó la hora de la comida, y pensando que como en ocasiones anteriores habríamos de tomarnos un tiempo y acabaríamos por sentarnos en algún lugar del centro, enfilamos hacia su casa, un rancho a las afueras de La Piedad a escasos minutos de Yurécuaro, la visita a la fábrica me había distraído por momentos de la situación actual de los alrededores, “R” su chofer me regresó a la realidad al escucharlo llamar por radio a un punto de revisión que se encontraba varios kilómetros adelante, sabiendo de la confianza que tenía con Don Abel me atrevía a preguntarle de qué se trataba ese punto de revisión, fue ahí donde se asomó por primera vez durante el día el par de palabras más comentadas y leídas durante las últimas semanas, Comunitarios y Autodefensas

Es un chequeo de “nuestra gente”, con ello se refería a otros comunitarios y habitantes de la zona que se habían unido a las Autodefensas a finales de Noviembre del año pasado. Todos somos parte de esto de alguna manera -me dice-, algunos apoyamos con alimentos o con alguna camionetita para que dispongan de ella, otros con los servicios que sepan hacer, albañilería, primeros auxilios, etc. y otros más directamente en la pelea, nos cansamos muchacho, esa es la realidad, esto debía hacerse de una forma u otra y ya no hay vuelta atrás, demasiado nos rompemos la madre todos los días por nuestras cosas, nuestros negocios y nuestras familias para que estos cabrones se sientan con las verijas de venir a tomarlo como si fuera de ellos, nos llenaron el cogote y ahora nos toca a nosotros llenárselos a ellos

Llegando al punto de revisión la camioneta se detiene y “R” baja a la mitad su ventanilla para hablar con el encargado, su tío, un señor de más de cuarenta, el cual más tarde después de la comida y mientras esperábamos a Don Abel, sabría por relato de “R” que su tío solía ser maestro de primaria y también solía tener esposa hasta que enviudo a finales de octubre pasado en una balacera entre sicarios en un pueblo cercano a La Piedad el cual no recuerdo del todo el nombre. El tío en cuestión le da el parte de lo que va del día, “R” le comenta que más tarde saldremos para Morelia, su tío le dice que mejor se vaya por Vista Hermosa, Zacapu y Quiroga están muy calientes desde el lunes, es lo único que alcanzo a escuchar mientras disimulo mandar un mensaje de texto en el celular

Minutos después llegamos a casa de Don Abel, lo esperaba su esposa y dos de sus hijos que habían llegado desde Diciembre a visitarlo para pasar con ellos el año nuevo pero por la situación decidieron quedarse hasta que las cosas estuvieran más tranquilas; La comida transcurrió tranquila, se notaba el cariño entre Don Abel y Doña Martha, tratando de distraerme un poco, pues creo que era notorio en algunos momentos mi incertidumbre por lo que me rodeaba, comenzó a platicarme cómo es que se había conocido a su esposa, Don Abel me decía que Doña Martha era de esas jovencitas muy fufurufas de Zamora y que habían coincidido cuando tenían como 20 años en una kermes que organizaba la familia de ella, desde que la vi se me aguadaron las patitas muchacho, me decía mientras Doña Martha lo volteaba a ver desde su silla con esa mirada tan característica y tan delatora, no supe ni cómo pero me paré a cantarle en frente de todas sus amigas, cayó redondita, ¿si te acuerdas chatita cuál fue la que te canté?, “He Sabido” de Javier Solís chatito, le respondió Doña Martha con tremenda sonrisa como si se la estuviera cantando otra vez

Fue de esas pausas necesarias durante el día, para no pensar demasiado ni en unas cosas ni en otras, pero debíamos de movernos a Morelia y se nos venía la tarde encima, fue entonces que me adelanté de nuevo a la camioneta con “R” en lo que Don Abel se despedía y se cambiaba la camisa que se había manchado del mole verde que sirvieron en la comida; En Morelia estaba uno de los proveedores de cuero y otros accesorios que le surtían a Don Abel en su fábrica, aparte de ser un amigo de la infancia de él, quería presentármelo para que también le hiciera algunos trabajos de imagen que ocupaba. Tomamos de nueva cuenta carretera con las precauciones necesarias, “R” marcaba cada determinado tiempo a los distintos puntos de revisión que estaban distribuidos en la zona, tuvimos que rodear demasiado, la ruta parecía regirse a base de colores, se escuchaba en el altavoz del radio las sugerencias de camino, Briseñas, Ixtlán y Zamora Amarillo, a partir de Jacona y Purépero solo se escuchaba Rojo, No hay paso ó Convoy Templario, “R” hacía lo posible por evitar cualquier incidente, a pesar del caos las carreteras de Michoacán siguen teniendo su “habitual” tráfico de comerciantes, trailers y vendedores que tienen que seguir moviéndose de un lado al otro en territorio hostil

De momentos el camino se volvía desierto, pasábamos de tener de 5 a diez carros atrás y en frente a no tener ninguno alrededor durante varios minutos, era cuando “R” se comunicaba de nuevo por radio y hacía ajuste de ruta, bajábamos a terracería y kilómetros adelante retomábamos otro tramo distinto de carretera; Ciertamente no se compara estar en los lugares citados por las noticias, que verlos en la tranquilidad de la casa a través de una pantalla, se siente una tensión indescriptible en el ambiente, todo rostro es sospechoso, toda persona es una amenaza latente, el panorama cambia de un momento a otro, en el camino hay momentos en que somos rebasados por diligencias del ejército con un sin número de camiones artillados y militares encapuchados a toda velocidad, poco después detrás de ellos camionetas sin placas ni insignias con montones de gentes también armada moviéndose casi a la par a pocos metros los unos de los otros, se desdibuja la línea entre malos y buenos, existe un desorden absoluto y una aparente libertad de poder transitar como si nada con rifles de asalto en mano, todos con la duda en mente de saber si serán legítimas autodefensas o sicarios disfrazados de comuneros, nadie se fía de nada ni de nadie, pero tampoco nadie parece querer detenerse a preguntar qué es lo que pasa

Son las 5 de la tarde y fracción cuando al ir saliendo de Cherón tratando de evitar lo más posible pasar por Quiroga pues hay reportes de enfrentamientos en plena carretera, cuando el camino se angosta y a distancia se ve un retén de lo que parecen ser militares, “R” baja la velocidad pues se sabe que vehículo que no se detenga es “reducido” a tiros por los militares al no acatar el alto a revisión, es cuando estamos a metros de ellos que nos flanquean de un lado camisolas verdes y del otro camisas blancas, el pulso se acelera y se piensan demasiadas cosas, a final de cuentas ¿quién sabe ciertamente en qué parte del mapa es en el que me encuentro?, en ese punto un oficial del ejército se acerca a la camioneta y le da la orden a “R” que apague el motor, que nos bajemos de la camioneta porque harán una revisión, en ese momento del lado del copiloto se acerca una persona con playera blanca con el estampado al frente y a la espalda “GRUPO DE AUTODEFENSA” para revirar la orden del oficial diciéndole que siga, que sí hay paso, mientras tanto Don Abel y yo en la parte de atrás sin saber qué sucede, yo menos que él, pues Don Abel no parecía ni inmutarse, todos tratamos de cooperar de la manera en que se indique, de pronto “R” se inclina a tomar su radio para comunicarse con el jefe de sección lo que hace que los militares al otro costado se alerten y coloquen sus armas en posición, lo cual provoca que los comuneros hagan los mismo pero apuntando contra ellos, no hay manera de describir esos momentos, la respiración se detiene y solo se escucha el corazón palpitando debajo de la lengua, los sonidos se desvanecen como si uno bajara el volumen de la escena, solo se distingue un zumbido en la cabeza, la mente trata de procesar todo al mismo tiempo que se intenta mantener la calma y no hacer estupideces

“R” logra preguntar algo en el radio y cruza dos palabras con el oficial que termina dando la orden a los demás de dejar de apuntar, todo esto mientras los comuneros los mantienen en la mira rebasándolos en número, más de treinta comunitarios contra solo seis militares; La camioneta empieza a avanzar en tanto la cabeza intenta retomar el pensamiento y razonar de nueva cuenta, nos quedamos en silencio un par de minutos hasta que Don Abel le pregunta a “R” qué había sido todo ese desmadre, él le contesta que no pasa nada, que los militares intentaron desarmar a los comunitarios de esa zona pero el grupo que mandaron era muy pequeño, y que estaban en ese tramo esperando que pasaran a recogerlos o a llevarles refuerzos, seguramente se pondrá feo en un rato, la gente anda muy caliente Don Abe, pero más los sorchos porque los dejaron botados ahí en medio

Se toma la decisión de suspender el viaje, en el primer retorno dimos vuelta y nos dirigimos a Uruapan, otro de los puntos más Rojos por su colindancia con Apatzingán, bastión de Templarios y donde se han presentado la mayor parte de los enfrentamientos hasta estas fechas, pero regresar de nuevo por la misma ruta a La Piedad es exponerse a cosas peores, más cuando se nos viene encima la noche; Don Abel tiene familia en Uruapan donde habremos de dormir unas horas para salir a las 7 cuando hay más presencia de militares en la zona y es más seguro moverse, la mayor parte de los hoteles y moteles del estado están abarrotados de reporteros o corresponsales y no hay lugar más seguro que quedarse con gente local; 8 treinta y contando, el día ha pasado de Verde a Rojo en tan poco tiempo que parece que llevo ahí más de dos días enteros, hay tanto qué procesar, tantas cosas que cruzan por la mente, el riesgo es latente, casi inevitable, mi única tranquilidad aparente es saber que estoy con gente del bando de “los buenos” y sobre todo, que Don Abel no se permitiría alejarse de Doña Martha

Suena mi teléfono, es G. en la línea, me pregunta cómo van las cosas, se quedó más que preocupada cuando le comenté que venía de viaje a esta zona, ¿a qué vas? Que te manden las cosas por correo, me decía todavía el martes que coincidí con ella en su casa a la hora de la comida, Sigo en La Piedad, ya me estaba durmiendo, le dije, para qué preocuparla con datos de más o de menos, quizás le cuente esto tiempo después sin tanto detalle para evitar que me haga las orejas más grandes de lo que ya las tengo. Cenamos en casa de un primo de Don Abel, ahí mismo nos quedamos a pasar la noche, él como muchas personas de la zona es miembro de las llamadas Autodefensas, al igual que su primo también era empresario hasta que las cuotas terminaron con su negocio dejándolo solo con su casa y un par de terrenos, tal como me comentaba Don Abel por la tarde, algunos participan con apoyos, otros con servicios y otros más de manera directa en la pelea, él, su primo era de los últimos, recién había vuelto a su casa después de pasar una semana con otro grupo de comunitarios que se agregaron a la comitiva de José Manuel Mireles para retomar Apatzingán hace días, de 150 comunitarios que salieron de ahí regresaron menos de la mitad, al menos fue lo que me comentó su hijo mayor cuando nos preparaban los sillones de la sala para poder dormir

No tenía sueño, habían pasado tantas cosas en tan poco tiempo que lo menos que quería era dormir, estaba curioso, inquieto, tenía muchas preguntas pero tampoco podía ni debía excederme, a final de cuentas no era más que un extraño en una casa extraña con gente que peleaba su propia lucha; Mientras “R” encerraba la camioneta me puse a platicar con el hijo del primo de Don Abel, Yeyo como le decía su mamá, me contaba cómo es que tuvo que salirse de la universidad para acompañar a su papá en “la campaña”, y no porque fuera lo más fácil, sino que en esos puntos, cuando tu propia ciudad se cae a pedazos, no queda más que tomar acción de una manera o de otra, había visto a muchos de sus amigos desaparecer o aparecer en alguna fosa en rancherías cercanas, su novia se había ido de la ciudad rumbo a tabasco con toda su familia porque ya no soportaban la situación que se vive ahí todos los días, formando parte con ello de esos grandes éxodos de personas que dejan atrás sus recuerdos con tal de conservar la vida, cuando todo se reduce a matar o morir, o ver morir a las personas que quieres; De rato “R” se sentó con nosotros para también contar un poco la parte de su historia, de las personas que estaban ahí no habíamos ni una sola que no hubiera padecido de cerca la violencia que se vive en el estado y en las comunidades, mi propia experiencia también cuenta con un par de ausencias, sé bien lo que es estar en medio de esas tormentas que parecen no acabar nunca, el recibir noticias que rompen a uno en pedazos o el esperar avances en las negociaciones de personas que piden sumas de dinero ridículas por la vida de un familiar cercano y que aún cumpliendo, terminan haciendo con ellos lo que se les da la gana

La sangre se hiela al escuchar los relatos y al mismo tiempo hierve con esa necesidad de hacer algo al respecto, no solo de esperar que las cosas se calmen por si solas, entiendo a esta gente, entiendo esa desesperación por querer que todo vuelva a ser un poco más normal, sin embargo ellos tienen que defenderse de la manera que puedan, porque han sido abandonados de tal manera por la gente que se supone debería garantizarles una seguridad que es inexistente en ciertos puntos en el mapa, donde es común que alguien derribe una puerta y se lleve a una persona para volver por las demás al día siguiente, o dejarlos en la calle por vivir para pagar sumas imposibles de cumplir; Hay tantas cosas que no caben en un lente, en un encabezado de periódico, en un flash informativo, duele como ser humano el ver tanto miedo en los ojos de las personas y la desesperación que los lleva a tomar medidas para defenderse. Michoacán es un crisol donde converge todo lo bueno y todo lo malo, los que están a favor y los que están en contra, los que viven del terror y aquellos quienes mueren en el intento por detenerlo, en las pocas horas aquí me doy cuenta lo fácil que es el confundir entre quienes luchan y quienes se disfrazan de libertadores, no hay, no existe un punto de referencia, pues entre las mismas autodefensas hay desertores de cárteles que con tal de no rendir cuentas, pretenden redimir sus culpas al ponerse del otro lado de las líneas enemigas, “peleando” contra quienes alguna vez los contrataron para matar y extorsionar a su propia gente

A media plática Yeyo se levanta para enseñarme el cuarto donde guardan los suministros de los comunitarios, de aquellos quienes se van cada determinados días a apoyar a los grupos de autodefensas que incursionan en municipios “tomados” por los cárteles para intentar recuperarlos, el cuarto en cuestión es el de su hermano menor, hicieron una especie de compartimiento detrás del closet para evitar que los militares las descubran cuando hacen cateos al azar de casa en casa, ahí en ese espacio cuento al menos 15 rifles grandes entre cuernos de chivo y R15, dos pistolas y una bolsa con municiones de distintos tamaños, varias playeras blancas impresas con el texto “GRUPO DE AUTODEFENSA” y nada más, solo eso para grupos de más de 100 personas que salen a apoyar y dar relevo a sus compañeros, no existen esos grandes arsenales que tanto anuncian en los noticieros, las armas que tienen son las que se van haciendo de los contrarios tras los enfrentamientos, porque no hay de otra, porque nadie tiene aquí veinte mil pesos para un arma nueva o para comprar cajas y cajas de balas, lo que tienen hasta el momento son los despojos que dejan los contrarios después de enfrentarse en veredas o a mitad de la carretera, ni tampoco cuentan con entrenamiento, la mayoría de los combatientes son jornaleros, comerciantes, mujeres que han quedado viudas después que los comandos de sicarios llegan a las comunidades a “levantar” a sus esposos para usarlos como carne de cañón, muchos de ellos no saben cómo usar un arma, policías y veladores retirados son los que les han enseñado cómo cargarlas, como limpiarlas para que no se atoren, al menos aquí, en este grupo no parece haber intervención de extraños con intereses propios, al menos aquí, se ven a personas comunes y corrientes intentando recuperar lo que les han quitado durante tanto tiempo, sin que aquellos quienes deberían cuidarlos hagan todavía nada al respecto, Sí, ciertamente como decía Don Abel en la tarde, todos estamos en esto de alguna forma u otra somos parte de ello, ya sea como parte de las víctimas o de los inconformes

Mientras veo hacia el closet le pregunto a Yayo, ¿Pesan?, en eso saca uno de los rifles y me lo pone en las manos, Pesa más dispararlo, me dice, mientras lo sostengo mi cabeza trata de calcular cuánto, no hay nada con qué compararlo, quizás un par de bolsas llenas de jitomate o una lona de 4 x 6 mts. son las únicas referencias de cantidad que me vienen a la mente; Sin embargo pesa y pesa bastante, ni siquiera por el volumen, sino por todo lo que representa, esa arma pudo haber estado en posesión de alguien que la usaba para cumplir órdenes, y ahora está en manos de personas que intentan retomar el rumbo de sus propias vidas. Al tiempo Yayo me explica cómo portarla, cómo liberar el cargador y cómo alimentarlo, cómo cortar cartucho y cómo destrabarla en caso de que un casquillo se atore, todo parece tan irreal, la levanto a la altura de los ojos mientras veo por la mira, y es cuando la pregunta se aferra al pecho haciéndole veinte nudos, ¿Qué es mejor, estar detrás de la mira, o frente a ella?, estoy consciente que los ideales no se forjan a punta de pistola, sin embargo verlos y saber una parte de sus historias, justifica un poco el que quieran ser parte de ello, el que se vean de cierta forma obligados y llevados al punto en que no haya otra alternativa; Se la entrego con ciertos sentimientos encontrados, la pone en su lugar y salimos del cuarto, son las cuatro y tantas de la mañana y en unas horas nos habremos de movernos de regreso para dejar a Don Abel en su casa y tratar de llegar por mi parte a la mía


Apenas amanece y ya se oye el trasteo en la cocina, la mamá de Yayo nos hizo café de olla para el camino, me lavo la cara y me desarrugo un poco, salimos de ahí temprano para coincidir con los rondines de militares y federales en el camino, Yayo y su papá ya se habían ido, salieron una hora antes para relevar a sus compañeros en uno de los retenes, nosotros nos fuimos detrás de todas las patrullas y camionetas oficiales que encontramos a nuestro paso para asegurar que nada sucediera, sin embargo el hecho de ir tan cerca de ellos es también ponerse en medio de la línea de fuego de todos aquellos quienes los consideren enemigos. Llegando a Ixtlán recuperé la tranquilidad que se me había perdido, ya con sol y tráfico en el camino todo parecía acabar en una experiencia para contar sin mayores daños que los nervios mallugados, dejamos a Don Abel en su casa, me despedí de él diciéndole que se cuidara mucho y que no bajara las manos, que esperaba verlo pronto con menos ruido y más risas, “R” me llevó a la central y mientras tanto hablábamos de otras cosas que no tuvieran tanto que ver con la realidad, al menos no tan temprano y sin suficiente café en las venas, pero enfilándonos a Mercy Town de nueva cuenta el radio de “R” se encargó de recordarnos que nada se detiene, mientras unos duermen, otros siguen avanzando…”Yurécuaro en Blanco compañero, entramos anoche con resistencia pero sin bajas, siga tranquilo en la misma ruta, no hay novedad”.