jueves, 26 de diciembre de 2013

Hoy

Me permito esta tregua momentánea blandiendo un texto testarudo, desvalido, quizás irrelevante, de esos que pasan desapercibidos entre el mar de rostros nuevos y lugares diferentes

Ésta es y siempre ha sido hasta ahora, mi manera ciento un mil de decirte que te quiero, tanto como quiere el ave a las plumas de sus alas

Si supieras tú, -mejor aún- si supieras bien la falta que hace tu cabello al alcance de mis dedos, seguir furtivamente con los ojos el contorno de tu espalda a contraluz y topar con esas breves bragas tan de ti que embalsaman la más sensual de todas las caderas que haya conocido

Más que piel te quiero entera, tus clavículas, tus hombros, tus nudillos, tus sueños y todo aquello que esté en el inventario, cualquiera de tus letras que se haya quedado pendiendo del tintero desde octubre, una sonrisa confidente y una taza de café con dos de azúcar un jueves por la tarde


Me permito decirte que te quiero todavía, harto y de a bola, que el amor no solo se escribe en un espejo, se habla, es de entre todas la palabra más viva

Que a pesar de ti te elijo

Por sobre tantas cosas...Te elijo a ti.


miércoles, 18 de diciembre de 2013

Causalidades

"Cómo Romperse y Descoserse" - Paso 1
Tania de la Maza


Suena más que imposible el hecho de dar instrucciones del como fragmentarnos. Cuan común e incluso vulgar es el tema, trivial, sin olvidar, insensato. Las variantes de los enfoques que destacan siempre algo distinto, vuelven esto mucho más complejo de lo que cualquiera podría imaginar siquiera. A decir verdad, ¿Qué sé yo de los amores ajenos?, ¿Qué sé yo del cómo los demás sienten, ven, perciben, observan, vibran, vuelan...? 

Podría saber a mi corta edad el cómo bajo esta piel a medio llenar de cicatrices y tinta, se ha sentido la aguja más filosa y venenosa que jamás he experimentado. Ciertamente, el amor. Tal y como describen miles de poetas, escritores, filósofos y artistas... En su época de plenitud no tiene comparación con el atardecer más hermoso de la vida, el mundo entero parece la cosa más bella, digna de acompañarnos todos los días de nuestra vida, sin ser capaz de molestar por una milésima de segundo. Encontrar la piel que inunda, encontrar esos ojos cargados de ese mirar que aprovecha más de la mitad de nuestros recuerdos, la sonrisa que tan familiar regala la calma perdida de hace tanto, la voz que jamás podría ser comparada con otro sonido, la mente llena de todos esos maravillosos e indescriptibles colores, ideas, planes, todo... Esas alas que vuelan alto, planean y vuelven a subir...


¿Cuántas veces no sentimos el estar en un parque de diversiones al besar sus labios suaves? ¿Probar las mil y un mieles de su ser? Tal vez podría inventar un millón de palabras para describir todo lo que el amor naciente es, representa, da, quita, reduce, ignora, pero, seguro... Habrán mentes talentosas, brillantes y creativas que difieran con mi descripción, personas que no hayan caído en el hoyo del amor ciego, el amor incondicional, el amor de idiota. Lanzarse al fuego con la carne viva, el alma expuesta y todos los dientes fuera de su lugar, perdidos en alguna almohada y alguna mente por llenar.


Aceptar a alguien, aceptar extrañarle, decidir el hacerlo, apostarle el alma al Diablo en un real juego de azar, vender un par de costillas a Dios con tal de verle de vuelta. Y, como diría el Maestro Zaragoza "...y aún así, después de todo ello, tratar de salir entre el humo en una sola pieza". Un dato innegable, irrefutable e indiscutible es, por supuesto el hecho de como comienza el proceso de fragmentación; Todos -y soy clara-, todos comenzamos perteneciéndonos a nosotros mismos, para así, algún día, decidir fragmentar el ser en los trozos que la situación lo amerite. Sobre un tema como este, complejo, complicado, rebuscado, profundo y a veces un tanto imbécil hay, sin miedo a equivocarme... Miles de dudas, pocas respuestas y cerca de una eternidad tratando de conseguir alguna atenuante del palpitante dolor que hemos decidido provocarnos y que nos provoquen.

¿Cuál es ese momento en que cobarde o valientemente decidimos decir adiós o aceptarlo?, ¿Qué es lo que sigue de esa palabra que cae mucho peor que una mala cogida en las mañanas?; Francamente, en mi experiencia, jamás ha sido un gusto decirlo, tampoco aceptarlo. Debe ser el hecho de que por fin nos sentimos cómplices de alguien, confidentes indudables, incondicionales, pero, cabe mencionar que no sólo damos el alma, sino que también hay quien apuesta el culo por nosotros. Una persona que da la sensación o la ilusión -dependiendo del caso-, de necesitarnos, la sensación de pertenencia a un lugar, a una persona, a una situación. ¡Joder! ¡Puta sensación! Que si bien...No importa que dure un minuto, se siente y vibra hasta el siguiente encuentro. Es ahí donde empiezan las ideas y obvio el desorden. Todos sabemos que siempre la balanza pesa más de un lado y es, A) El corazón ó B) El favor de corresponder al corazón mandado por la razón.

Tristemente, jamás podríamos decidir sobre el sentir de otra persona hacia nosotros, jamás podríamos hechizar o desencantar a nadie de nosotros. Repito, las variantes de los enfoques destacan siempre algo distinto. Podría hablar incluso de amores de tumba y grito, de la boda cancelada por infinitas infidelidades, de las filas de hombres que sólo llegaron para una cosa; Contribuir con mi fragmentación. Pero, abriendo los ojos...Todos en cuestión de amores somos vampiros. Si no nos abren la puerta e invitan a pasar no podemos.

De ahí mi idea de que ésta es una complicidad, confidencialidad sin duda alguna incondicional a un trato previamente advertido al haber recibido las primeras de las señales de perdición de todo lo "estable" de nuestras vidas; las horas de sueño, el lugar para dormir, horas de acostarse, el perfume de la ropa, el humor, las ideas, los proyectos, la comida, la música, las amistades que se frecuentan, planes a lo largo de los días, en que gastar el dinero y lo más importante... En quien invertir tantas horas de pensamiento en el día. Lejos de ser una obsesión, es un desorden, hermoso, brillante, cálido, vibrante, perfumado, pero a fin de cuentas, desorden.