miércoles, 7 de diciembre de 2022


Padecimos desde catarros, malestares, pandemias mundiales y hasta sismos, sobrevivimos de una pieza a todo eso y más, menos a nosotros mismos. Después de suficientes hasta luegos, exilios, deserciones, cambios de direcciones, catorce vueltas incompletas a la luna, nueve entierros inconclusos, un último intento fallido de fuga y la que pudo haber sido la mejor de todas las historias jamás reescritas. Hoy ya descansan por fin, quietos, en paz y bajo tierra todos los te amos que te fui guardando desde aquel primer entonces hasta ayer en mis costillas, ¿Dime, para qué sirve el guardarlos para ti si te gusta ponértelos con cualquiera?. Desde hoy embalsaman a este frío cadáver vestido con todas esas dudas sin respuestas que dejan siempre tras de sí las cosas pendientes por decir, de los te espero y te necesito a los sitios que jamás volvimos, de las historias donde ya no coincidimos, a los nombres de los hijos que nunca conocimos, del presente y del futuro, de eso y otras tantas tonterías más.

Lo digo a quemarropa, más que las heridas y los daños por sanar, fue por no saber soltar a tiempo al menos unos cuantos de esos años que estorbaron y pasaron encerrados y furiosos desgarrándose entre sí. Fue el desamparo intermitente y las ausencias mutuas, la escases de limerencia, el acopio compulsivo de pasado, la demolición constante de los planes, el alterne de los roles entre héroes o villanos, los amagues de un futuro incierto, la incertidumbre de un mañana disonante, tu costumbre de salir corriendo a cualquier par de brazos que estén lo suficientemente abiertos, este amor anémico y cobarde, las persecuciones, las transgresiones, tu facilidad de desprenderte de todo y añadirte a lo que sea, las venganzas, los desalojos, los reproches usureros, la tristeza agotadora y el despojo de los sueños, fue por la fatiga que dio el cargar la cara larga en cada uno de los duelos, fue buscar de entre escombros los recuerdos, la arritmia que provoca este sístole sin diástole ni dueño. 

Desde hoy dejo de llamarle Casa a esa cosa tan ajena, tan extraña, apuntalada hacia la nada y al borde del colapso, esa misma que ya no reconozco ni recuerdo, la que ya no tiene puerta y donde cualquiera entra y sale cuando quiera cualquiera de estos días sin quitarse siquiera los zapatos, esa que se ha quedado sin gatos ni tejados ni ventanas, sin cimientos ni inquilinos, y que habrá de terminar por derrumbarse con el tiempo -a su suerte y sin testigos- con todos los retratos que aun le queden dentro, cualquiera de estos lunes o domingos por el peso mismo del olvido.

-"Es una pena que nos hayamos despedido, hay tantos lugares en el mapa a los cuales les hubiera encantado conocernos". Uno de los tantos epitafios que escribí en los muchos funerales que tuvieron estos restos. Debimos haber sabido cómo amarnos sin cortarnos de tajo las gargantas, debimos habernos quitado más las ropas y menos los sueños en lugar de despedirnos.

Estos ojos ya no quieren nunca más saber a dónde vas o a dónde has ido, de entre todos, estos son de cierto los versos más desiertos que te escribo, lo que aquí me dejo de testigo no es para nada una tregua hecha de retazos de ojalá y cocida en las roturas con hilo de sutura ni con puntos suspensivos. Esto es un atento aviso a mi persona, que los sueños están hechos para romperse del todo y por completo al menos una vez en ésta vida, para así poder armar otros distintos con los trozos que hayan quedado de ellos mismos, quizás no mejores, pero al menos diferentes y con eso basta y sobra. Olvidar quién fuiste  se llama el juego a partir de ahora.

Se puede contar la historia como más se guste, censurar de la memoria los momentos importantes o marcar con rojo sangre los que más dolieron, aquí hay de todo menos inocentes, y que quede claro, siempre quise, cualquiera de los días, en cualquiera de los años, en cualquiera de las horas que me hubieras preguntado, con todo lo que queda en pie de esta alma que hoy te vela te lo digo, a la buena o a la mala, y en cualquier versión aquí contada siempre quise, en verdad lo hice, pero cierto es que por más que alguna vez lo quise, ya no puedo. Alguna vez te prometí que nunca más me volvería a dejar romper por ti, el corazón de nuevo. 

No me quedan más memorias por sacar del fuego, ni lunares en común que coincidan en los dedos índices de las manos, ni anillos "extraviados" ni devueltos. Escribirte así siempre ha sido estando más jodido que contento. Dicen los que saben que en las muertes ya no sirven las palabras, siendo el caso no sabría más qué decirte, no hay suficientes frases en el mundo donde quepan todas estas que hoy me sobran.

Tu Casa siempre tuvo este fuerte gusto a sal, olor a humo y hierro, desde hace tanto ya no debería de quererte y sin embargo...me quiebro.

Me quedo con lo último, con esa costumbre tan tuya de angustiarte más por lo que pudiera decir o pensar al llegar el recién extraño, que lo que pudiera estar sintiendo yo, quien estuvo para ti durante todos estos años. Tan solo una noche se quedó a dormir conmigo el cadáver de las cosas más personales que alguna vez te di, y que mandaste tan acertadamente dentro de una bolsa negra como si se tratasen de basura, en un servicio de 40 míseros pesos y de las manos de un cualquiera que jugaba a hacerse el tonto sin querer decirme qué era o quién lo enviaba, hasta el momento en que lo abriera.

Sabes, mi rabia no es siquiera en contra de cualquiera que sea tu acompañante en turno, de entre todo es lo de menos, siempre hubieron y seguirán habiendo esqueletos colgando en tu armario, como prendas que te pones cada que te sientes sola o cuando hace frío, mi rabia es por tus formas, fue absolutamente innecesaria de tu parte esa herida, no había razón alguna, y menos sabiendo bien cómo he venido cayéndome a pedazos mientras atravieso este duelo, nunca sabré ni querré saber por qué lo hiciste, bien pudiste haberlo tirado todo cualquier otro día en cualquier otra parte y nunca me habría enterado, pero hacerlo de esa forma tan ajena, tan desechable, como si fuera yo cualquiera, para mi es irremediablemente imperdonable. 

Dije todo, hice todo, gracias por tu última despedida así, quizás sí, esta era la única manera posible de arrancarte de raíz desde mis entrañas, sin embargo te lo juro por mi abuela que no hay justificación alguna en este mundo que me hubiera hecho a mi, ser capaz de hacerte algo ni siquiera similar alguna vez en esta vida.

Dios sabe que hasta éste último momento, mientras escribía esto que ahora lees, te amé inmensamente, tan profundamente, como a nadie nunca y desde el alma misma, desde las aortas y hasta el tuétano de cada uno de mis huesos, lo justo es que desde ahora y hasta siempre, te odie desde esos mismos sitios y de esas mismas formas.

"Nunca antes me tembló la mano tanto, nunca antes tuve el corazón tan roto..."

Desearía no haberte conocido nunca, y así no haber perdido tanto tiempo y tantos años, a tantas buenas personas y sobre todo tanto de mi en el intento. Fue mi error y solo mío el haberte elegido sobre mí tantas veces durante tantos años y así lo acepto. Lo lograste, me rompiste tan adentro, desde el mismo centro, y si con eso paga alguna de mis faltas date por servida y no aparezcas jamás en ninguna de tus formas, a partir de ahora que mayo empiece el día que se le de la gana.

No hay más lealtad ni consideración alguna, lo que hiciste no era necesario, por favor no vuelvas nunca, ni siquiera a leer de nuevo todo esto. De tus cosas tampoco quedará de pie ninguna, de esas yo me encargo en privado y en silencio, por el bien de todos aquí tú nunca exististe.

Por mi parte date por difunta, que de ti, en mí no habrás de encontrar más nada, ni el menor de los recuerdos, de las cenizas de todo esto que hoy quemo, no renaces nunca, me lo prometo.