—Se armó con todo el valor que logró acopiar hasta ese preciso y decisivo instante, con todo aquello que encontró disponible. Parecía con ello intentar artillar lo más posible un pequeño bote pesquero, para con él y con toda la valía que logró montarle de último momento, hacerle frente a aquel estoico e imbatible galeón mercante. Se había vuelto un bucanero, en todo un corsario, iba entonces a su abordaje. Calculó los pasos necesarios para acercarse hasta su sitio; En sigilo aparente y batallando contra su propio pulso que le bombeaba como nunca antes y a caudales la sangre de sus venas hasta el corazón. Dio un paso, dos, cuatro, así hasta casi tocar con su muslo el quicio de la mesa. Ella, en su escafandra, sumergida en lo profundo de su mar de letras, alcanzó a ver por entre sus pestañas una silueta, que lo primero que atinó a decirle -con tono titubeante y un tanto atropellado- fue… «Vámonos, Volando, que aquí no nos quiere nadie». (...)
La tomó por sorpresa, con la guardia baja, entre la confusión y su sorpresa Ella pensó de inmediato que aquel peculiar personaje se trataba quizás de alguno de aquellos tantos artistas callejeros que recorren las plazuelas pregonando citas y poemas a los turistas a cambio de algunos pesos. Sin embargo, y a pesar de la interrupción, le sonrió cortésmente y le replicó «"Gabo", cierto?...El General Bolivar».(...)