lunes, 17 de junio de 2013

"El Negro"

“Él” es quizás de quien menos he hablado a lo largo de mis textos, a quien menos cito y de los temas que más evito cuando se trata de hablar de mí y de todo aquello que me da forma como ser humano, sin embargo es de Él de quien más he aprendido en cuanto a “ser humano” se refiere, tiene esa misma esperanza desbocada en que las cosas se habrán de solucionar, aunque todo apunte a lo contrario

Lo que más me viene a la mente de él cuando lo pienso, más allá de los claro oscuros, es ese característico andar de sus eternas, grandes y pesadas sandalias negras de pata de gallo con una odiosa franja verde alrededor de la suela, justo cuando se acercaba a nuestra habitación a despertarnos para ir a la escuela; Era un sonido inconfundible, una especie alarma sísmica apocalíptica que te iba avisando paso a paso que era hora de bajar de la cama sin hacer “jetas”, arreglarse lo antes posible para después zamparte -más a fuerza que con ganas- uno de sus famosos licuados de medio litro con leche, chocolate, huevo, cereal, fruta y cuanta cosa más pudiera triturar la licuadora, admito que a pesar del aspecto intimidante y poco atractivo que de repente tomaba aquella bebida en cuestión, era bastante buena en cuanto a sabor se refería, aunque terminara cayéndome como bomba atómica al estómago a tan temprana hora de la mañana, pero todo fuera por “no salir de casa sin haber desayunado” como él siempre decía

Asiduo lector, mayormente de noticias, cultura, política, novela, religión, tecnología y temas que construyan, caligrafía de molde envidiable –la de “Ella” en manuscrita es simplemente perfecta-, cafeinómano matutino y cervecero de hueso colorado; Cree dominar a la perfección el inglés y hablar fluidamente las tres palabras que sabe en francés, de ambos dos, es él con quien se puede contar para conversaciones largas y analíticas, “Ella” siempre ha sido más práctica, él la sigue adorando con el alma, es un romántico empedernido y siempre sale a relucir su corazón de pollo, fuma poco ó casi nada y cada que tiene oportunidad me invita a dejar de encender cigarrillos tan frecuentemente, tiene como cábala el tomarse el tiempo para orar antes de salir de casa aunque tenga prisa

Él es de las personas que más me ha enseñado de la vida misma, de su respeto a la mujer y a los ideales, de la lealtad hacia la gente que en verdad lo merece, su habilidad de poder reparar casi todo  y la incesante curiosidad por saber cómo es que funcionan las cosas, le recuerdo perfectamente una desvencijada caja de herramientas azul metálico, llena de tornillos, cables, llaves y piezas de otras reparaciones previas que guardaba por si acaso pudieran servirle para alguna otra a futuro, le bastaba solo un martillo, unas pinzas y cinta negra para arreglar cualquier desperfecto

Quizás fue su marcada tendencia a soñar con los ojos abiertos lo que terminó repartiéndonos en diferentes lugares desde hace bastantes años, supongo que la paciencia pierde la batalla ante el amor cuando se esperan resultados de planes que no terminan por llevar a ninguna parte, al menos es lo que quiero pensar, pues a pesar de los altibajos, siempre les vi quererse como si no existiera nadie más para ninguno de los dos; A lo largo de esos años me volví todo un experto en embalaje y mudanzas de emergencia, tenía complejo de gitano, llegué a contar más de diez cambios de domicilio, algunos de ellos a media madrugada para evitar toparnos con el arrendador a la mañana siguiente, lo cual conllevaba a tener que empezar nuevamente con el tedioso ritual de hacer amigos temporales mientras duraran las cajas sin tener que llenarse de nueva cuenta, y es que, él deseaba tanto tenerlo todo que algunas veces perdía la perspectiva de lo que era posible, nunca dudé que quisiera lo mejor para nosotros y para “Ella”, sin embargo el solo hecho de desear tanto algo no siempre significa que suceda

Cuando era más joven, me parecía extraño que mis cosas se “descompusieran” de repente y tuvieran que mandarlas “reparar” a otro lado, cuando se supone que él podía arreglarlo todo con una cinta negra, unas pinzas y un martillo que salían de aquella caja azul como si fuese una chistera, obviamente aquellas cosas “descompuestas” no volvía a verlas nuevamente pues terminaban adornando los estantes de alguna casa de empeño; No era edad para lidiar con licenciados, con actuarios que entraban a la casa mostrando papeles que no entendía, mientras pasaban lista de todo aquello que pudiera servirles para cubrir alguna deuda, la ingenuidad se iba perdiendo poco a poco, y ese personaje que veía tan grande se iba haciendo cada vez más pequeño ante mis ojos, supongo que sí, hay cosas que terminan rebasando al amor, por más grande que éste sea

Aprendí entonces a bifurcarme, a pasar veinticuatros en una casa y  treinta y unos en otra diferente, a lidiar con los comentarios mal intencionados de personas que veían y opinaban de mi mundo desde una perspectiva distinta, a dormir en dos camas, a prescindir cada vez más de “Él” pues la ciudades eran distintas al igual que los horarios, fue quizás en ese entonces donde comencé a evitar enraizarme tanto, a mantener distancias pues sabía o suponía que quizás en algún punto cada quien estaría por su parte en otros tantos lados; Sin embargo debía estar donde tocaba y poner en práctica aquella lealtad que tanto me había inculcado, así pues cerré filas y asumí roles que no me correspondían pero que debían llevarse a cabo, tampoco eran edades para asistir a juntas de escuela haciendo la labor que no me tocaba, ayudar a hacer las tareas o buscar materiales para algún proyecto de último minuto

Siempre  tuve la duda de qué podría haber sido más importante que vernos crecer, que estar ahí para ella, al menos para ella puesto que el resto de nosotros quizás ya estábamos los suficientemente “grandes” a nuestros doce años para esperar un poco más de él, quizás ya habíamos tenido lo suficiente y era nuestro turno de hacer lo propio y seguir adelante con lo que teníamos a la mano


Le amo como si nada de todo aquello hubiera sucedido, como si hubiera estado cada vez que le he necesitado, como si aquella pelea antes de mis veintes no hubiera llegado hasta los golpes, cuando le dije frente a frente que no tenía autoridad alguna dentro de mi casa, puesto que no había tenido los tamaños de ganarse de vuelta su lugar cuando tuvo todo el tiempo del mundo para poder recuperarlo. Hay tantas cosas de él que forman parte de mi, algunas de las cuales intento deslindarme de inmediato cuando me descubro a mi mismo caminando por encima de sus propios pasos

Me duele verle batallar a sus edades persiguiendo sueños que parecen escapársele de las manos a propósito cuando parece sostenerlos firmemente, me duele verle sin raíces viviendo lejos de su gente, de la gente que lo extraña y que desea verlo pleno y sonriente por las razones correctas, me duele verlo sabotearse monumentalmente cada vez que parece que todo comienza a tomar un rumbo fijo,  me duele tenerlo a ratos, en partes, cuando puede, cuando prefiere creer que nadie lo piensa y es entonces que aparece con un vejo de tristeza en la mirada esperando comprensión de quien se ponga en frente

Quisiera verlo tan grande como solía hacerlo cuando niño, quisiera se supiera él mismo tan grande como siempre ha sido y que uno se puede llenar de polvo más de alguna vez en esta vida, pero que siempre, irremediablemente se sigue adelante, que los sueños no caducan, lo que puede llegar a caducar es la creencia y la fe de las personas con quien los comparte.

martes, 11 de junio de 2013

Raíces

Si de ser breve se tratase, comenzaría por decir…
”Si estás leyendo esto, encuéntrame, te espero”


-Hubiera sido encantador haber tenido una tradición, un ritual, de esos que llegan a fraguarse entre sí y con el tiempo aquellos quienes se conocen más allá del segundo apellido, como encontrarnos en un sitio pactado con anticipación, habiendo definido de antemano el día y la hora, de preferencia un Lunes por la tarde y sin códigos forzosos de etiqueta, justo antes de que empiecen a bajar sus cortinas los comercios aledaños

La tardanza de estas líneas postergadas, obedecen por lo pronto –y entre otras cosas-, a mi lentitud al brincar de una tecla a la otra con una sola mano, pero sobre todo –y más que nada- a mi escasa disciplina al momento de sentarme a redactar al menos una cuartilla completa sin tener que despegar los dedos del teclado; Quien sabe leerme, sabrá que me da por armar rompecabezas con los fragmentos que se me vienen encima de a poco diariamente, o en torrente de una sola noche, como las lluvias que anegan las calles de ésta ciudad casi siempre a finales de septiembre

No hay nada más honesto en esta vida, que ser como se desea ser y permanecer donde se quiere estar; Siendo así las cosas, me fue humanamente imposible amordazar el corazón, amarrarlo a una silla y hacerlo espectador de lo que habría comenzado a suceder a partir del momento en que mi nombre y firma le dieran validez al pie de página en una hoja de papel, como si ésta se tratase de una póliza de garantía que mágicamente habría de acomodar cada cosa donde “debería”, mientras intento convencerme con ello de que siempre las cosas suceden por una razón

Y es que, creo yo que el amor va más allá de adivinar la cantidad de lunares que descienden desde el cuello hasta la pantorrilla, tener algunos cuantos tópicos en común con los cuales intentar sostener una plática por más de media hora o saber qué tan caliente debe de salir el agua de la regadera; Debo de admitir que nunca tuvo oportunidad alguna de mi parte, fue como ver a un alpinista intentando escalarme, esquivando cada saliente con tanto ímpetu como si su propia vida dependiera de ello, mientras tanto al otro extremo yo mismo agitaba con fuerza la cuerda que la estaba sosteniendo

Aprendí a no volver a decir nunca más un te amo con tal de no quedarme sin decir una palabra. Sin embargo, así mismo siempre me supe de ella el medio por el cual evitaba darle la cara a las soledades o enfrentarse con sus propios demonios. Ni tan héroe ni tan villano, fui en ese entonces solamente aquello que quedaba de algo que nunca estuvo del todo completo ni en su sitio

Los muros de una casa siempre guardan inquilinos, permanece habitada de esencias, sonidos y demás entes imperceptibles a la vista común de cualquier visitante; Son custodios de antaño que determinan el total del espacio disponible a ocupar, cuando en el patio de la casa en cuestión cuelgue -a su debido tiempo- algún letrero que diga…”Se Vende”, “Se Renta” ó “Cerrado por Derribo”

Sin importar el resultado, ya sea bueno, malo o simplemente indefinido, con el paso de los daños he logrado conservar lo más enteramente posible este sentido ingenuo y casi absurdo de la esperanza, creo yo que si alguna vez dejara de intentarlo, al menos intentarlo, dejaría entonces de ser yo mismo y eso es algo a lo que definitivamente no quisiera arriesgarme

Prefiero aquel amor de viudez, ese que le da los buenos días a una fotografía alumbrada por una veladora encaramada en el tocador justo al lado de las pastillas para la reuma y el televisor, aquel como el de Olivia, que perfumaba su habitación por las noches con alguna de las prendas sobrevivientes al naufragio, prefiero eso a descubrirme a mí mismo en el reflejo de algún cristal de aparador tomándole la mano a algún ser desconocido un fin de semana por la tarde, solo por no llevar el brazo como péndulo de atrás hacia adelante

Si bien es sabido que el corazón se puede llegar a bifurcar en algún momento dado, uno siempre sabe en qué lugar es donde se queda de una sola pieza, así pues, decido elegirte a ti por sobre todas las cosas, sin importar qué, con uno o ambos nombres, con arrugas o sin ellas, estés, te vayas, te quedes o vengas solo de visita, ésta es una decisión tomada con calidad de irrevocable, de esas que definen el curso de una vida, pensada minuciosamente hasta el punto de obviar cualquier posible alternativa; Y es que, creo que es lo más correcto para mi permanecer completo así, al menos de esta forma y por más irónico que parezca, que hacer trueques con mitades de mí mismo a cambio de piezas de repuesto de algo qué sé de cierto se encuentra en otra parte

Mi manera de querer va más allá de los sinsabores y las vendettas, no es amar solo a la persona, sino a lo que uno mismo es cuando se está con ella, y sé bien por experiencia propia, que en ningún otro lado puedo ser más yo que en este mismo sitio, aunque no te encuentres; Uno nunca debe olvidar quién es y de dónde viene, yo mismo sé que aunque todo esto pueda ser o no, tampoco es jugar a la ruleta rusa del melodrama telenovelero, o desgarrarse las vestiduras al primer intento, simplemente es preciso saber estar donde el alma se siente libre.