martes, 13 de noviembre de 2012

Corriendo a todo dar...



Sucede que es tan paralelo, como si hubiese estado planeado (aunque nunca lo estuvo), el poner el mismo par de pies en esos pisos de barro, asombrar a los ojos con los colores tan vibrantes y oler las plantas en aquel jardín tan amplio en aquella pintoresca casa en Coyoacán 

Por mi parte fue cómo haber regresado a un donde ya había estado pero que no recordaba del todo, no se tenía esa extraña sensación de ser un intruso, de caminar con cuidado para no romper nada, como cuando uno llega de visita, fue tan raro y tan correcto a la vez

Eres “Azul Cobolto” le dijera ella a él, tanta historia y ciertamente, tan pocas palabras qué decir; Hay que vivirla, respirarla, recorrerla, ponerse un huipil con corbata, dejarse crecer la ceja y la barriga

Huele a óleos, a lienzos, a tierra mojada, a madera apolillada, a todo aquello a lo que debe de oler una Casa de verdad por lo menos una vez

A mitad de una edición marciana (de martes) de rutina me ha congelado de improviso la idea de pensar seriamente en el hecho de que lo quieran a uno, así, sin pretextos o restricciones, ya sea que se trate de amigos, familia, amantes o incluso algunos extraños de recién reaparición

Y es que la idea aterroriza mucho, complica las cosas, sobre todo con los extraños, como el sacarle la vuelta a la gente cuando uno está cabreado, sin ganas de contestar preguntas ni simples ni complejas para no herir susceptibilidades de cristal cortado aunque no sea la intención

Se vuelve como un contrato sin papel ni firma, en el que “El Querido” se compromete a dar en retribución a “El Que Quiere” lo mismo y en exacta cantidad aquello que el antes mencionado haya entregado de anticipo, ya sea tiempo, la mejor de las caras o el más certero de los consejos; Y es que a veces no hay tiempo y algunas otras lo que menos sobra es humor

La gente no es de nadie, o por lo menos es lo que he venido deduciendo de un tiempo a la fecha, supongo entonces que nadie puede darse a otros por completo, primero se habrá de pertenecer a sí mismo, para así pues poderse repartir en trozos, unos más grandes y otros más pequeños dependiendo de los destinatarios 

Sin embargo se agradece el que lo quieran a uno, así, sin pretextos ni restricciones, aún a sabiendas que quizás algún día también yo tomaré mi par de pies y seguiré el camino que desee recorrer, a final de cuentas todo aquel que se haya cruzado conmigo, sabe bien que a éste, mi viaje, pueden añadirse sin previa invitación. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario