Sucede que es tan paralelo, como si hubiese estado planeado
(aunque nunca lo estuvo), el poner el mismo par de pies en esos pisos de barro,
asombrar a los ojos con los colores tan vibrantes y oler las plantas en aquel
jardín tan amplio en aquella pintoresca casa en Coyoacán
Por mi parte fue cómo haber regresado a un donde ya había
estado pero que no recordaba del todo, no se tenía esa extraña sensación de ser
un intruso, de caminar con cuidado para no romper nada, como cuando uno llega
de visita, fue tan raro y tan correcto a la vez
Eres “Azul Cobolto” le dijera ella a él, tanta historia y
ciertamente, tan pocas palabras qué decir; Hay que vivirla, respirarla, recorrerla,
ponerse un huipil con corbata, dejarse crecer la ceja y la barriga
Huele a óleos, a lienzos, a tierra mojada, a madera apolillada, a todo aquello a lo que debe de oler una Casa de verdad por lo menos una vez
Huele a óleos, a lienzos, a tierra mojada, a madera apolillada, a todo aquello a lo que debe de oler una Casa de verdad por lo menos una vez
A mitad de una edición marciana (de martes) de rutina me ha congelado
de improviso la idea de pensar seriamente en el hecho de que lo quieran a uno, así,
sin pretextos o restricciones, ya sea que se trate de amigos, familia, amantes
o incluso algunos extraños de recién reaparición
Y es que la idea aterroriza mucho, complica las cosas, sobre
todo con los extraños, como el sacarle la vuelta a la gente cuando uno está
cabreado, sin ganas de contestar preguntas ni simples ni complejas para no
herir susceptibilidades de cristal cortado aunque no sea la intención
Se vuelve como un contrato sin papel ni firma, en el que “El
Querido” se compromete a dar en retribución a “El Que Quiere” lo mismo y en
exacta cantidad aquello que el antes mencionado haya entregado de anticipo, ya
sea tiempo, la mejor de las caras o el más certero de los consejos; Y es que a
veces no hay tiempo y algunas otras lo que menos sobra es humor
La gente no es de nadie, o por lo menos es lo que he venido
deduciendo de un tiempo a la fecha, supongo entonces que nadie puede darse a
otros por completo, primero se habrá de pertenecer a sí mismo, para así pues
poderse repartir en trozos, unos más grandes y otros más pequeños dependiendo
de los destinatarios
Sin embargo se agradece el que lo quieran a uno, así, sin
pretextos ni restricciones, aún a sabiendas que quizás algún día también yo
tomaré mi par de pies y seguiré el camino que desee recorrer, a final de
cuentas todo aquel que se haya cruzado conmigo, sabe bien que a éste, mi viaje,
pueden añadirse sin previa invitación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario