martes, 22 de enero de 2013

Mercy Town

Hacía más de un año que no visitaba La Piedad con otro fin distinto que no fuera el de pasar un par de días por aquellos lares visitando a la Srta. Gray y paseando por alguno que otro de los puntos de interés que tiene la Ciudad –pocos, pero bellos-; Ésta vez el motivo fue estrictamente por trabajo, una visita de “Doctor” como suele decirse, entrada por salida, a lo mucho una sola noche y media tarde nada más.

Quizás la razón del viaje ameritaba el desenfado de pensar que solamente se trataba de un asunto de rutina, una ciudad más en la lista de cosas por hacer en la semana; Sin embargo fue hasta después de haber hecho el Check In en el hotel, dejar mis cosas en la habitación y salir a caminar con cierta soltura por las calles, que me di cuenta que me encontraba solo con mi alma en uno de los focos rojos que se encienden por lo menos cinco veces por semana en la franja de la llamada “Tierra Caliente”.

-“Qué bueno muchacho, nos vemos en la mañana, si vas a andar de vago ten cuidado con las trocas muy tapadas, andan trepando a quien se les ponga en frente”, Fueron las palabras de Don Abel al llamarle para avisarle que ya estaba en la Ciudad, -“No te fíes aunque veas mucho Guacho –Militares- en las calles, a esos cabrones les vale, mientras no los molesten” dijo para terminar; Precisamente en ese momento pasaba a mi lado un numeroso convoy de Federales con las torretas abiertas a gran velocidad…Welcome to Mercy Town, pensé.

Curioso como de costumbre y pensando que sería muy mala mi suerte si me llegara a tocar algún enfrentamiento de esos que tanto ocultan en los noticieros, me decidí a pasear un poco, no tenía mucho por hacer hasta la mañana siguiente, sin embargo debo de confesar que se siente cierta ansiedad al recorrer las calles, la gente no suele sostener mucho la mirara y las madres caminan con sus hijos particularmente muy cerca de ellos, casi pegados a su costado y tomándolos firmemente de las manos.

No es de extrañarse, La Piedad, así como la gran mayoría de los municipios de Michoacán, han sido la cuna de algunos de los Cárteles más peligrosos y sanguinarios del país, que han hecho su fortuna a base del trasiego de drogas, secuestro, extorciones y ejecuciones; No hay periódico exhibido en cualquier puesto de revistas en la ciudad, que no muestre sin problema alguno en sus primeras planas con letras grandes y escarlatas las notas de cajón...”Secuestran a empresario”…”Encuentran restos en bolsas negras”…”Dejan encobijados en vereda”

Un breve recorrido por el centro, dos tazas de café y un cigarrillo y medio mientras el sol se va ocultando de a poco, tiempo de regresar al cuarto de hotel, no hay que tentar demasiado a la suerte, sería muy tonto de mi parte terminar siendo un número más en una larga lista de estadísticas; Preocupa escuchar ráfagas a lo lejos durante la madrugada, se vuelve complicado conciliar el sueño, sin embargo hay que estar de pie lo más temprano posible.

Así pues a primera hora una de las unidades de Don Abel ya me espera afuera del hotel, después de un rato de serpentear entre calles, el chofer se detiene en una concurrida fonda donde mucha gente hacía fila, -El mejor lugar de la ciudad, me dice él mientras busca un espacio en dónde estacionarse, ciertamente La Piedad no es una ciudad de grandes lujos, pienso mientras descendemos del auto para entrar al lugar donde ya nos espera un desayuno tradicional de Tacos de Birria y Consomé…un poco pesado para las 9 de la mañana, sin embargo, Al pueblo que fueres, haz lo que vieres.

-“Estos cabrones se levantaron ayer al hijo de Joel, no tienen llenadera chingao!” Le dice Don Abel al chofer cuando lo ve entrar al local, al tiempo que avienta el periódico sobre la mesa y se levanta para saludarme con uno de esos abrazos fuertes y sonoros, -“Que tal dormiste muchacho? Ayer tuvimos “cuetes” en toda la noche, seguramente te habrá tocado, pero pues como aquí hay puro pendejo haciendo rondas, ni quien se espante verdad?” Suelta una carcajada irónica, cabe mencionar que esto lo dijo en un lugar donde acostumbran ir Federales y Municipales a almorzar antes de continuar con sus turnos; Ellos ni se inmutaron, muchos de los últimos homicidios a policías han sido precisamente en ese tipo de lugares donde se encuentran reunidos, supongo no quisieron molestarse en saber si el comentario venía de algún sicario de poca monta o de un simple ciudadano harto de su cotidianeidad al rojo vivo

Después de comer algo y cruzar algunas palabras sin mayor trascendencia, nos dedicamos a lo que no atañía en aquel lugar, una visita completa a su fábrica de calzado para hacer un levantamiento fotográfico, definir el diseño del nuevo catálogo para la temporada y ver el proceso de fabricación a detenimiento; Él, Don Abel, es de esos señores orgullosos de los esfuerzos y sacrificios que ha tenido que hacer para tener su empresa, presume orgullosamente el darle empleo a más de 60 familias y a otras tantas más con la distribución y venta de su producto, es por ello que se entiende y se justifica su desenfado y quizás “altanería” al decir aquellos comentarios en presencia de aquellas compañías durante el desayuno unas horas atrás.

Terminamos un poco antes de lo planeado, no sin antes pactar otra cita para la entrega de la producción de todo aquello que habíamos estado platicando, de nueva cuenta una de sus unidades me llevó directamente y sin escalas hacia mi hotel; Aún con algo de tiempo libre en las manos, salí un poco a darle una última vuelta a las calles, caminando sin rumbo definido, buscando algún souvenir qué llevarme a casa, algo tradicional, quizás un dulce típico, es algo que acostumbro hacer de un tiempo a la fecha en cada lugar que visito.

Fue entonces que, al ir caminando y brincando de banqueta en banqueta, uno de los muros por los que pasaba llamó mi atención, por el rabillo del ojo una pinta en una pared me hizo voltear y detenerme a leer lo que decía, a primera vista se leía en letras grandes y un tanto pintadas a prisa con aerosol…”SE TRASPASA LOCAL”, El muro en cuestión tenía alrededor de 50 orificios de bala por lo que alcancé a contar, es entonces cuando la realidad te pega justo en la boca del estómago, volteas a los lados y notas en los rostros de la gente un miedo enraizado, es su realidad, su cotidianeidad, acostumbrados a oler a pólvora, a escuchar torretas, a ver siluetas pintadas con gis en las aceras, a no esperar de vuelta a quien sale de casa a trabajar

Así transcurre un día cualquiera en Mercy Town.

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