Hacía más de un año que no visitaba La Piedad con otro fin
distinto que no fuera el de pasar un par de días por aquellos lares visitando a
la Srta. Gray y paseando por alguno que otro de los puntos de interés que tiene
la Ciudad –pocos, pero bellos-; Ésta vez el motivo fue estrictamente por trabajo,
una visita de “Doctor” como suele decirse, entrada por salida, a lo mucho una
sola noche y media tarde nada más.
Quizás la razón del viaje ameritaba el desenfado de pensar
que solamente se trataba de un asunto de rutina, una ciudad más en la lista de
cosas por hacer en la semana; Sin embargo fue hasta después de haber hecho el Check
In en el hotel, dejar mis cosas en la habitación y salir a caminar con cierta
soltura por las calles, que me di cuenta que me encontraba solo con mi alma en
uno de los focos rojos que se encienden por lo menos cinco veces por semana en
la franja de la llamada “Tierra Caliente”.
-“Qué bueno muchacho, nos vemos en la mañana, si vas a andar
de vago ten cuidado con las trocas muy tapadas, andan trepando a quien se les
ponga en frente”, Fueron las palabras de Don Abel al llamarle para avisarle que
ya estaba en la Ciudad, -“No te fíes aunque veas mucho Guacho –Militares- en
las calles, a esos cabrones les vale, mientras no los molesten” dijo para
terminar; Precisamente en ese momento pasaba a mi lado un numeroso convoy de
Federales con las torretas abiertas a gran velocidad…Welcome to Mercy Town, pensé.
Curioso como de costumbre y pensando que sería muy mala mi suerte
si me llegara a tocar algún enfrentamiento de esos que tanto ocultan en los
noticieros, me decidí a pasear un poco, no tenía mucho por hacer hasta la
mañana siguiente, sin embargo debo de confesar que se siente cierta ansiedad al
recorrer las calles, la gente no suele sostener mucho la mirara y las madres
caminan con sus hijos particularmente muy cerca de ellos, casi pegados a su
costado y tomándolos firmemente de las manos.
No es de extrañarse, La Piedad, así como la gran mayoría de
los municipios de Michoacán, han sido la cuna de algunos de los Cárteles más
peligrosos y sanguinarios del país, que han hecho su fortuna a base del trasiego
de drogas, secuestro, extorciones y ejecuciones; No hay periódico exhibido en
cualquier puesto de revistas en la ciudad, que no muestre sin problema alguno en
sus primeras planas con letras grandes y escarlatas las notas de cajón...”Secuestran
a empresario”…”Encuentran restos en bolsas negras”…”Dejan encobijados en vereda”
Un breve recorrido por el centro, dos tazas de café y un
cigarrillo y medio mientras el sol se va ocultando de a poco, tiempo de
regresar al cuarto de hotel, no hay que tentar demasiado a la suerte, sería muy
tonto de mi parte terminar siendo un número más en una larga lista de
estadísticas; Preocupa escuchar ráfagas a lo lejos durante la madrugada, se
vuelve complicado conciliar el sueño, sin embargo hay que estar de pie lo más
temprano posible.
Así pues a primera hora una de las unidades de Don Abel ya me
espera afuera del hotel, después de un rato de serpentear entre calles, el
chofer se detiene en una concurrida fonda donde mucha gente hacía fila, -El mejor
lugar de la ciudad, me dice él mientras busca un espacio en dónde estacionarse,
ciertamente La Piedad no es una ciudad de grandes lujos, pienso mientras
descendemos del auto para entrar al lugar donde ya nos espera un desayuno
tradicional de Tacos de Birria y Consomé…un poco pesado para las 9 de la
mañana, sin embargo, Al pueblo que fueres, haz lo que vieres.
-“Estos cabrones se levantaron ayer al hijo de Joel, no
tienen llenadera chingao!” Le dice Don Abel al chofer cuando lo ve entrar al
local, al tiempo que avienta el periódico sobre la mesa y se levanta para
saludarme con uno de esos abrazos fuertes y sonoros, -“Que tal dormiste
muchacho? Ayer tuvimos “cuetes” en toda la noche, seguramente te habrá tocado,
pero pues como aquí hay puro pendejo haciendo rondas, ni quien se espante
verdad?” Suelta una carcajada irónica, cabe mencionar que esto lo dijo en un
lugar donde acostumbran ir Federales y Municipales a almorzar antes de continuar
con sus turnos; Ellos ni se inmutaron, muchos de los últimos homicidios a
policías han sido precisamente en ese tipo de lugares donde se encuentran
reunidos, supongo no quisieron molestarse en saber si el comentario venía de algún
sicario de poca monta o de un simple ciudadano harto de su cotidianeidad al
rojo vivo
Después de comer algo y cruzar algunas palabras sin mayor
trascendencia, nos dedicamos a lo que no atañía en aquel lugar, una visita
completa a su fábrica de calzado para hacer un levantamiento fotográfico,
definir el diseño del nuevo catálogo para la temporada y ver el proceso de
fabricación a detenimiento; Él, Don Abel, es de esos señores orgullosos de los
esfuerzos y sacrificios que ha tenido que hacer para tener su empresa, presume
orgullosamente el darle empleo a más de 60 familias y a otras tantas más con la
distribución y venta de su producto, es por ello que se entiende y se justifica
su desenfado y quizás “altanería” al decir aquellos comentarios en presencia de
aquellas compañías durante el desayuno unas horas atrás.
Terminamos un poco antes de lo planeado, no sin antes pactar
otra cita para la entrega de la producción de todo aquello que habíamos estado
platicando, de nueva cuenta una de sus unidades me llevó directamente y sin
escalas hacia mi hotel; Aún con algo de tiempo libre en las manos, salí un poco
a darle una última vuelta a las calles, caminando sin rumbo definido, buscando
algún souvenir qué llevarme a casa, algo tradicional, quizás un dulce típico, es
algo que acostumbro hacer de un tiempo a la fecha en cada lugar que visito.
Fue entonces que, al ir caminando y brincando de banqueta en
banqueta, uno de los muros por los que pasaba llamó mi atención, por el rabillo
del ojo una pinta en una pared me hizo voltear y detenerme a leer lo que decía,
a primera vista se leía en letras grandes y un tanto pintadas a prisa con
aerosol…”SE TRASPASA LOCAL”, El muro en cuestión tenía alrededor de 50
orificios de bala por lo que alcancé a contar, es entonces cuando la realidad
te pega justo en la boca del estómago, volteas a los lados y notas en los rostros
de la gente un miedo enraizado, es su realidad, su cotidianeidad, acostumbrados
a oler a pólvora, a escuchar torretas, a ver siluetas pintadas con gis en las
aceras, a no esperar de vuelta a quien sale de casa a trabajar
Así transcurre un día cualquiera en Mercy Town.
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