lunes, 17 de diciembre de 2012

Verbena



Justo después de haber hecho escala por un par de horas en mi Patria Chica, San Miguel me recibe con el cielo gris y un aire frío que a cualquier Tropical lo habría congelado hasta la médula al poner apenas un pie fuera del autobús; Me siento en casa, como en una de esas pocas que todavía me quedan y que hago mías aunque no se dejen, solo por tener lugares en el mapa a los cuales poder llamar hogar sin tanto protocolo

Heme ahí con menos de siete horas de sueño en cuatro días, quieto después de haber estado brincando de ciudad en ciudad, de un lado al otro cual gitano, apostado en una mesa de una plaza de armas, haciendo círculos de azúcar con la cuchara en una taza de café almendrado, con la mirada sumergida en una agenda que ya comienza a invadirle líneas al mes de un año que aún no comienza todavía

Cuentas más, cuentas menos, preparando la introducción al proyecto, los porqués de la tipografías, de los colores, de las formas, de las texturas y de los cambios en las estructuras que habrán de hacerse en cuestión de semanas apenas comiencen a correr los días del contrato

Él y Ella tienen todos sus sueños invertidos en aquel lugar que se ve pequeño, incluso modesto, pero que al poner un pie adentro, la vista comienza a calcular espacios y a sorprenderse con lo engañoso que puede resultar el ver las cosas desde lejos sin haberse acercado lo suficiente

Nunca antes alguien me había puesto sus sueños en mis manos, ó por lo menos la tarea de hacer de ellos algo más alegre a la vista, más cálido, como si fuera uno de esos lugares a los que el abuelo podría contarte que iba cuando era joven, donde se reunía con sus amigos a tomar un mezcal o un tequila después de un largo día de trabajo, a platicar los triunfos y quebrantos que traen consigo la vida misma con su adherida cotidianeidad

Las visiones colisionan de manera irremediable, lo cierto es que, una cosa es la idea de un lugar que yo quisiera y otra muy diferente el cómo Él y Ella imaginan que debería de quedar, sin embargo coincidimos sin chistar en el hecho de hacer de Él –el lugar- un espacio al que uno quisiera volver sin siquiera haberse ido de ahí todavía

Tarros de latón, pocillos de peltre, tuberías tratadas con ácidos para que luzcan como si hubieran sido extraídas de algún naufragio, madera, tabiques al descubierto, barriles suspendidos en el aire iluminando tenuemente, letras cuidadosamente rotuladas, como de esas que se ven en las viejas tlapalerías, boticas o tiendas de raya, sin duda un arte olvidado y condenado a extinguirse por la prontitud que ofrecen los procesos digitales de hoy en día

De vuelta a lo básico, a lo que te hace sentir que todo habrá de estar bien aunque en pocos días la gente comience a cundir el pánico por amenazas de apocalipsis prehispánicas; En mi caso mi holocausto es el veinticuatro, ni antes ni después, aunque ya habré de dedicarle a ello más de tres cuartillas en otros siete días y contando

Así pues las cosas, siguen llegando sorpresas al zaguán, me miran fijamente con la esperanza de que sea yo quien sepa qué habrá de ser de ellas al ponerles mis manos encima, tengo ideas, pero habré de dejarle a la suerte de los días lo que habrá de sucederles, sin embargo siempre es un placer verlas saltar de una pantalla a la vida real

Lo confieso, sigo mirando hacia atrás para consultar a mi musa, es ella quien entinta los pinceles, siempre ella, creo entonces que es justo decir que cada logro hasta ahora es y ha sido desde siempre compartido, aunque ella –la musa- se desentienda de lo que sucede cada vez que de la chistera comienzan a asomarse las orejas de un conejo.

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