sábado, 29 de diciembre de 2012

Temporada de Girasoles



Precisamente apenas hace un par de días atrás, me dio por leer y releer los obituarios de esqueletos que aún tengo guardados en el cajón de la mesa de noche, y no hablo de aquellos de reciente defunción, ésta vez me dio por escarbar y desenterrar los que en sus fechas póstumas rezan por ahí del dos mil y fracción, antes siquiera de cerrar la década




Y es que carajo!!, eran tan…fueron tan…pffff!!, sin embargo al pasar hoja tras hoja, me di cuenta de que solo hubo muchas letras, toneladas de ellas, anaqueles repletos de ellas, con diferentes humores, tildes, tintes, tramas, peticiones, permisiones, esperanzas y una cantidad exorbitante de etcéteras, pero vamos, letras al final de cuentas, ninguna de ellas escritas al portador o con valor nominal fuera de las páginas que las albergan




A pesar de la ingenuidad que pareciera rodearme, o peor aún, de la que me tejo alrededor, yo mismo sé de cierto, que no hay cuadros que duren demasiados años colgando de los muros, o alhajas que no terminen algún día convirtiéndose en un par de lindas arracadas, o quizás traspapeladas en el fondo de un cajón que habrá de albergar en algún punto -entre el ayer y el mañana- la pijama de ocasión para el acompañante en turno




Creo entonces que sí, que se llega al punto en que uno tiene que buscar la mejor manera de sobrevivirse, o de sobrevivir a otras personas, así, a ciegas, con el sentido del gusto escaldado, con la esperanza de volver a ser capaz de reconocer sabores, de reaprender aunque ya se esté “demasiado viejo” para ello, pero también, en palabras de Marín..."Días como los nuestros, cuándo?", y es que quedarse quieto también sería imperdonable




Bien lo dijera Monsieur Madrid: 


“(…) Lo malo de después son los despojos
que embalsaman el humo de los sueños, el sístole
los teléfonos que hablan con los ojos,


El sístole sin diástole sin dueño

Lo más ingrato es encalar la casa,
remendar las virtudes veniales,
condenar a la hoguera los archivos

Lo peor del amor es cuando pasa,
cuando al punto final de los finales,
no le quedan dos puntos suspensivos.”


Al punto final de los finales, creo yo, a todos se nos ha de pasar el mal de amores, o por los menos los sinsabores que nos dejan las cenizas debajo de la lengua, ya habrá tiempo de sobra para otros sones, otros libros, otros puntos en el mapa, incluso hasta para historias sin secuelas; Sin embargo, no niego que tanto me hubiera gustado haber estado presente durante la entrada en vigor de la máxima que dice…No habré de hacerte nada que no quisiera que me hicieran, vaya, de haber sido así habrían quedado menos golondrina muertas en la almohada


Por lo pronto y mientras tanto yo me declaro incompetente en formular siquiera un intento de soneto, prosa, poema o cualquier texto afín, simplemente no hay manera, y es que quizás ciertamente es como escribí hace ya bastante tiempo…”Hay a quienes se les platica, otros a quienes se les cocina, y algunos más a quienes se les corteja, pero para escribirles…para escribirles muy pocas, solamente a una; Ella es, ha sido y será la primera y la única.”, Quizás algún día de estos me anime, y así entonces también pueda saberme capaz de poder donar mis letras, claro está, mientras dure el apego, o por qué no, la tan mentada y zarandeada pertenencia 


La Casa es solo eso, una casa, unas cuantas paredes con ventanas y un número en la puerta, así pues como una taza de café es algo que cualquiera puede prepararse u ordenar por unos cuantos pesos en cualquier cafetería, las cosas son solo eso, cosas que pasan de mano en mano, brincando de una historia a la otra, quizás mi error, el más grande de ellos, era hacerme parte desde un principio, sin preguntar siquiera, por si acaso


Pero bueno, querido Lector/Lectora, basta ya de seguir retocando la pintura, sé bien que siempre recurro a temas que solo a mi me atañen, personajes tan trillados y citados que esto pareciera comenzar a ser una versión alterada y clandestina de otros textos multipolares sin que se pretenda del todo; Aún no sé qué hacer con un libro que he tenido envuelto de regalo, menos sé que habrá de ser del nombre que lleva en la portada


Mi abuela alguna vez me dijo “Quédate donde sepas que te esperan”, y sí, quizás uno no lo entienda nunca, al final no hubo ni pingüinos ni esquimales, hay que saber hasta qué punto dejar de desear los imposibles; Así como Ni ahora, ni en cinco, ni en quince ni en veinte, a pesar de los pesares, sigo sin poder hallar todavía algo con qué hacerte daño, aún buscando muy adentro de las costillas


Dicho sea de paso, palabras más, palabras menos, en el estanque cantan las ranas y en los campos ya florecen girasoles


C'est la vie.

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